(*Traducción del artículo de Dídac P.
Lagarriga publicado en catalán en el Diari ARA, 05/03/2015)
El vínculo entre dentro y fuera, entre
paisaje y cuerpo, lo experimentamos de forma más directa cuando
estamos en un entorno natural. Armonía, asombro, plenitud,
silencio... Toda una serie de emociones y sensaciones que nos hablan
de esta conexión más allá del marco material y mental. Cuanto más
respetado es este medio, más podemos experimentar esta unidad de la
que formamos parte, del mismo modo que cuanto más limpios y cuidados
tengamos nuestros órganos y sentidos más profunda será la
profundización y el gozo.
Desde hace miles de años, este
sentimiento desegocentrado que nos provocan los espacios naturales, y
por varias razones unos más que otros, ha generado que el lazo entre
espiritualidad y entorno natural se dé en todas las culturas del
planeta. Lugares sagrados, algunos escondidos y cuidados, otros
masificados por las peregrinaciones y otros que se adaptan según las
tendencias y las necesidades, forman parte de la biodiversidad y,
desgraciadamente, sufren las mismas amenazas, cada vez más patentes.
Una red internacional
Josep Maria Mallarach, que fundó el
Centro de Documentación Silene sobre el patrimonio espiritual y
cultural inmaterial vinculado a la conservación de la naturaleza y
el patrimonio natural, local e internacional, nos recuerda: “En un
tiempo donde la perspectiva científica sobre la naturaleza y los
valores material tienen un peso excesivo, corremos el peligro de que
la naturaleza se considere un mero recurso u objeto de estudio. Si
vinculamos las prácticas espirituales y la experiencia natural
ayudará a desarrollar una comprensión más profunda de la
naturaleza y, por lo tanto, fundamentará actitudes respetuosas y
reverenciales hacia el medio ambiente.” Para Mallarach, “hay una
evidencia cada vez más grande que nos sugiere que los valores
espirituales contribuyen a la lucha contra el deterioro del mundo
natural, como una forma de recuperar una aproximación más completa
y profunda que incluya otras dimensiones demasiado tiempos negadas.”
Mallarach es también uno de los coordinadores de la Iniciativa
Delos, proyecto de la Unión Internacional para la Conservación dela Naturaleza (IUCN en inglés) y que se centra en los espacios
naturales sagrados en países desarrollados (como Europa o Estados
Unidos) con el objetivo principal de ayudar a mantener tanto la
sacralidad como la biodiversidad de estos lugares mediante la
comprensión de la compleja relación entre los valores
espirituales/culturales y los naturales. Esta iniciativa se añade a
la que se estableció en otras zonas menos industrializadas del
planeta, en especial desde que algunas comunidad indígenas exigieron
que se respetaran los valores espirituales y culturales ante la
tendencia a excluir cualquier actividad humana de los espacios
naturales protegidos. De este modo, la tarea de reivindicar los
espacios naturales sagrados es, por un lado, defender el derecho
tradicional de las culturas de utilizar determinados entornos
naturales por razones inmateriales y, además, sensibilizar a las
tradiciones espirituales, en especial las masivas, de la importancia
de cuidar del medio ambiente como un aspecto inherente a la
cosmovisión, y que el actual sistema de vida obliga a contrariar, al
menos en la práctica. “Para las comunidades religiosas -prosigue
Mallarach-, los valores naturales son la dimensión externa o
tangible de los valores espirituales. Los que cuidan de los lugares
sagrados son aliados naturales de la conservación del medio ambiente
y, por lo tanto, el diálogo honesto entre estas comunidades y los
gestores administrativos de las áreas protegidas es esencial.”
Como primer paso, son necesarias la comunicación y la búsqueda de
una base común para la cooperación, tarea que se propone IUCN con
el trabajo conjunto de académicos, activistas y las comunidades que
respetan la sacralidad de los lugares. Una de las herramientas es la
difusión a través de la web Sacred Natural Sites y del libro que bajo el mismo título
recoge experiencias en todo el mundo.
Conservación y uso inmaterial
Otro proyecto es la realización del
documental Standing On Sacred Ground, dirigido por Christopher
McLeod y centrado en ocho comunidades indígenas del mundo expuestas
a las constantes amenazas de su sistema de vida ecológico y de sus
creencias. Uno de los testigos del documental, Danil Mamyev, director
del Parque Natural de Uch-Enmek, en la república rusa de Altai,
acompañado por los cánticos de un chamán, nos recuerda que los
lugares sagrados no están aislados y necesitan de la interacción
humana. Esto no significa que se pueda devastar el territorio y hacer
lo que se desee, todo lo contrario: “El entorno -dice Mamyev-
escucha cada palabra, cada pensamiento. Por esto es clave el
comportamiento, la actitud, y es imprescindible tener las intenciones
puras.”
El turismo y las peregrinaciones masivas, junto con el cambio de hábitos, también suponen retos de gestión, y sin ir muy lejos podemos encontrar ejemplos con el Rocío en Doñana o con algunas partes del Camino de Santiago. Lo que se propone es un trabajo conjunto donde los valores espirituales que fundaron estos espacios sagrados, y que durante siglos han servido para que no se degraden, ahora no se queden al margen del esfuerzo para su conservación. Este sería la principal base de los espacios sagrados naturales, donde se reivindica la cooperación entre el ser humano y el territorio en vez de una devastación sin precedentes para fines materiales y lucrativos mientras se establecen espacios naturales protegidos de la huella humana.
Para ello resulta clave desprendernos del sentido de propietario de la tierra, romper con el paradigma antropocéntrico que se erige por encima de todo el entramado natural y entender la interdependencia y la cooperación como elemento vital, es decir, sagrado.