No, monoteísmo y
monótono no son lo mismo. Tampoco tenemos por qué vincularlo a
monopolio entendido como práctica excluyente, totalizadora. En el
imaginario antimusulmán puede pulular ideas de este tipo, pero si
viajamos por los relatos históricos y nos bañamos en sus fuentes la
gestión de la diversidad es una cuestión que aparece en el ADN del
islam. A veces se habrá hecho mejor y otras pero, incluso de forma
nefasta. Tan nefasta que nos alejamos del islam, aunque agarremos
fuerte el mástil de su bandera.
Si identificamos el islam
con unas prácticas concretas de una población concreta en un
espacio geopolítico concreto en un momento del tiempo concreto, lo
único que obtendremos es una idea concreta, pero no una perspectiva
abierta.
Si el islam buscara el
monopolio del monoteísmo, excluiría al resto de cosmovisiones y
revelaciones, pero sabemos que no es así. El Corán nos ofrece
innumerables ejemplos. Uno de ellos me parece impactante, y está
vinculado con la lucha armada que tantos recelos despierta en los
ámbitos no musulmanes. Leamos:
Si Dios no
hubiera permitido que la gente se defendiera a sí misma unos contra
otros, los monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas -en los
cuales se menciona el nombre de Dios en abundancia- habrían sido
destruidos. (Corán 22:40)
El actual diálogo
interreligioso tiene en versículos como el que acabamos de citar un
pilar fundamental. No sólo porque la violencia se utiliza como
método de autodefensa y protección en lugar de ataque e inicio de
agresión, sino también porque en esta defensa se tiene en cuenta
los lugares de devoción de las diversas comunidades. Si son o no
musulmanas, si son o no mezquitas, no importa, pues -insistimos- en
todos estos lugares se menciona el nombre de Dios. Esto es monoteísmo
sin monopolio. Cuando alguien, en nombre de un islam hecho a la
medida de sus intenciones, agrede un templo, está violando este
versículo.
Es interesante otro
aspecto que suele aparecer en los debates sobre violencia e islam.
Cuando en el Corán leemos, por ejemplo, que “quien matara a un ser
humano es como si hubiera matado a toda la humanidad; y, quien
salvara una vida, sería como si hubiera
salvado las vidas de toda
la humanidad” (5:32) no sólo nos impone un recuerdo difícil de
tergiversar, sino que además nos lo vincula a una revelación
anterior. En efecto, el Talmud recoge este mismo precepto, algo que
el Corán reconoce, pues empieza el versículo diciendo: “Decretamos
para los hijos de Israel...”. Con esto, como en muchas otras partes
de la revelación, vemos que no hay ninguna voluntad de exclusivismo:
una y otra vez se destacan los vínculos entre comunidades de
creyentes:
Y no
discutáis con los seguidores de revelaciones anteriores sino de la
forma más
amable -a no ser que sean de los que están empeñados en
hacer el mal- y decid: "Creemos
en lo que se ha hecho descender
para nosotros, y también en lo que se ha hecho descender
para
vosotros: pues nuestro Dios y vuestro Dios es Uno sólo, y a Él nos
sometemos." (Corán 29:46)
La intolerancia hacia la
diversidad, no sólo se manifiesta en las comunidades humanas,
incluye también al resto de seres vivos. Esto es fundamental, y a
medida que olvidamos el respeto por la biodiversidad del Planeta
olvidamos también el necesario equilibrio entre la diversidad
humana. Leemos, por ejemplo:
Los que han
llegado a creer [en esta escritura divina], los que siguen el
judaísmo, los sabeos, los cristianos y los zoroastrianos, [por un
lado] y los que están empeñados en
atribuir divinidad a algo
distinto de Dios, [por el otro], ciertamente, Dios decidirá entre
ellos el
Día de la Resurrección: pues, en verdad, Dios es testigo
de todas las cosas.
¿No ves que ante Dios se postran cuantos [seres
y cosas] hay en los cielos y cuantos
hay en la tierra, el sol, la
luna, las estrellas, las montañas, los árboles y los animales?
(Corán 22:17-18)
Nos alerta,
también, del riesgo de caer en el exclusivismo y de confundir
monopolio con monoteísmo, algo a lo que desgraciadamente tendemos:
Y dicen
“Nadie entrará jamás en el paraíso a menos que sea judío” o
“cristiano”.
¡Esas son fantasías suyas! Di: “¡ Presentad
una prueba,
si es verdad lo que decís!”
¡No! En
verdad, todo aquel que someta su ser por entero a Dios, y además
obre rectamente, tendrá su recompensa junto a su Sustentador; esos
nada tienen que temer y no se lamentarán.
Y los judíos
afirman: “Los cristianos carecen de base para sus creencias,”
mientras que
los cristianos afirman: “Los judíos carecen de base
para sus creencias” ¡y ambos citan la escritura
divina! Otro
tanto han dicho [siempre] quienes carecen de conocimiento; pero Dios
decidirá
entre ellos sobre aquello en lo que discrepaban.
¿Y quien es
más malvado que aquel que impide que se mencione el nombre de Dios
en
[cualquiera de] Sus casas de adoración y se esfuerza por
arruinarlas? (Corán 2:111-114)
Leo estos
versículos y lloro ante la lamentable imagen que ofrecemos al mundo
los llamados musulmanes. ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanta
aversión a lo que Dios diversifica? ¿Por qué tanta poca confianza
en la Vida y tantas ansias de fuego? ¿Por qué tanta sombra y tan
poca luz?
Quedo
perplejo ante Dios, desnudo. Sin palabras. ¿Soy de los que manchan
la palabra revelada? Tal vez. Por ello me arrodillo y le pido no ser
de los injustos, no sucumbir a los susurros. ¿Realmente, todo es tan
complicado? Con el estallido de la primavera, de la biodiversidad en
todo su esplendor, surgen también las alergias... ¿Es motivo para
arrasarlo todo? No hay un
ápice en la revelación coránica para pensar en la superioridad de
una creencia, cultura o color de piel:
Y entre Sus
portentos está la creación de los cielos y la tierra, y la
diversidad de
vuestras lenguas y colores: pues, ¡ciertamente, en
esto hay en verdad mensajes para quienes
poseen conocimiento! (Corán
30:22)
Las
noticias, incluso las que quieren ser imparciales o no denostar al
conjunto de musulmanes, repiten una y otra vez yihad,
sharia... Términos nobles que ahora son sinónimo de masacre.
Y de nada ayudan comentarios bienintencionados como “la
interpretación extremista” de las fuentes islámicas. ¿Extremista?
Si fueran extremistas, radicales, fundamentalistas... aplicarían
realmente la defensa máxima de la Vida y toda su pluralidad. Serían
sinónimo de luz y no de sombra.