El viernes 29 de junio del 2018 se celebró en el IEMed (Instituto Europeo de la Mediterránea) de Barcelona esta jornada organizada por la Asociación Al-Jissr, con la participación de Jordi Llaonart, Montse Batlle, Jordi Delclòs y Dídac P. Lagarriga.
Transcripción de la presentación de Bilal-Dídac P. Lagarriga:
Bismil-lahi ar-Rahmán ar-Rahim,
Más
allá de las etiquetas identitarias, muchos musulmanes, jóvenes y no tan
jóvenes, nos encontramos entre dos terrenos, dos campos. Dos terrenos fértiles
donde pueden germinar en uno el fanatismo violento, en el otro el misticismo.
El islam del miedo o el islam de la confianza. Tanto el uno como el otro
generan y transmiten esto. En el primer caso, el miedo interno que produce
también terror externo, que lo expande, marcado por la exclusividad, el “ellos
contra nosotros”, la cerrazón. Por otro lado, un terreno que genera
confianza y que también la transmite.
Ambos
terrenos comparten un léxico, cuya interpretación varía el tipo de tierra de
cada campo y lleva a germinar un tipo u otro de islam. Porque cada creyente es
también un intérprete, y con su interpretación genera una práctica que
repercute en él mismo y en los demás.
Uno de
estos conceptos compartidos es “yihad”, entendido bien como agresión desde el
miedo o bien un esfuerzo interior en pos de una mayor confianza y tolerancia. Es
un término del que ya se ha hablado mucho y aquí no le dedicaré más espacio. Me
interesa otra palabra clave, pues su interpretemos nos ayudará a movernos hacia
el terreno del miedo o bien al de la confianza. Esta palabra es “taqwa”, que justamente nos sitúa en el
epicentro de esta división entre ambos terrenos. Porque taqwa puede traducirse, efectivamente, como “miedo”. Tener miedo de
Alláh, ser temerosos, vivir con miedo y, por consiguiente, instaurar la
sociedad del miedo a través de la coacción y la represión, con una institución
religiosa basada justamente en ese miedo. Pero taqwa también puede entenderse como conciencia, ese moverse por el
mundo con alta sensibilidad y precaución. Dijo el sheikh Ahmad al-Alawi que
vivir con taqwa era como cruzar por
un zarzal con tus mejores vestidos, es decir, con cuidado y atención plena.
Así, según como interpretemos el concepto de taqwa diseñaremos nuestra práctica e influiremos en nuestro mundo:
un miedo paralizante y represor, o una sensibilidad consciente y precavida.
Leemos
en el Corán que Alláh se ha prescrito a sí mismo la rahma (misericordia), así que ¿cómo tener miedo de esta rahma? ¿No es acaso esta prescripción la
señal de salida hacia una vida más confiada, menos paralizante? ¿Construimos un
islam sensible, atento y respetuoso con la vida o uno represor y violento?
Si el
islam es una actitud, escuchamos reiteradamente en el Corán que nuestra actitud
principal es la de ser agradecidos. Así, este agradecimiento, ¿cuándo se
potencia más, cuando estamos confiados/sensibles o cuando actuamos con miedo y
lo imponemos como modo de coacción para conseguir lo que queremos?
Y en
este agradecer constante, ¿es posible agradecer las crisis? ¿No son acaso el
modo para crecer, para volver a lo perdido? En este sentido, la ola de fanatismo
y violencia que corroe al islam, podemos verla también como una oportunidad
para cambiar, una autocrítica profunda donde entender esos dos terrenos
fértiles, y salir de uno para entrar en el otro, mucho más fructífero. Es la
oportunidad de cambiar el miedo por la confianza sin salirnos de esa taqwa.
Recordemos que la belleza, la
excelencia y la espiritualidad se encuentran reunidas en otra palabra clave de la
cosmovisión islámica: ihsán. Las tres
etapas que marcan el camino del musulmán, y que recoge la tradición (islam, imán, ihsán), desembocan
justamente en esta belleza espiritual, una etapa a la que se llega tras pasar
por el primer grado (islam) de
cumplimiento y sometimiento –examen de consciencia- y un segundo (imán) de atención plena. Una vez
emprendido este camino pautado, es más fácil adentrarse en el campo fértil
donde florece la contemplación.